En la Huerta Viento participan 13 vecinos en forma activa y van rotando los voluntarios. Hay reglas de convivencia y de respeto para su uso adecuado, y una grilla de tareas para regar, supervisar, cosechar, revolver el compost, entre otros. Antes de la cuarentena, se llevaban adelante talleres y jornadas de regalo de plantines con la red (todos los domingos se regalan 200), aunque la comunidad puede acercarse en cualquier momento al espacio teniendo en cuenta la siguiente consigna: “Si te llevás algo, dejá algo”.
Un puñado de semillas, un poco de tierra, un brote, residuos orgánicos para el compost. Todos tienen la capacidad de dar y recibir en las huertas comunitarias. Como el caso de Adriana que hizo espacio en su vereda para seguir apostando a este proceso colaborativo: “Tengo una pequeña huerta en mi casa que empecé a extender especialmente durante la cuarentena donde tengo aromáticas, plantas de hoja, ajíes, tomates, zapallos. La huerta familiar no abastece todas las necesidades, pero es importante aprender e ir cubriendo de a poco la alimentación con productos saludables. Como ya no me quedaba espacio en mi huerta, decidí sembrar el girasol morado en la vereda con un pequeño tejido alrededor para resguardarlo”, relata la vecina de Florencio Varela.
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